Esta tecnología sustituye el uso de contraseñas para acceder a los datos bancarios por la identificación con el iris o las huellas dactilares
Llega la hora de pagar después de una cena. En lugar de recolectar el efectivo o las tarjetas de los comensales, el camarero se acerca y sostiene una cámara frente a las orejas de cada uno. Las fotos son cotejadas automáticamente con una base de datos, y el pago se carga a las respectivas cuentas bancarias. Adiós al plástico, bienvenida sea la encriptación biométrica de datos, una tecnología que sustituye el uso de contraseñas para acceder a determinada información (datos bancarios, información fiscal, archivos informáticos) por un rasgo único (iris, huella dactilar, oreja, latidos del corazón, entonación de la voz o incluso forma de caminar) que permita identificar a la persona.
El FBI ha construido una base de datos de reconocimiento con más de 52 millones de imágenes de rostros y más de 170 millones de huellas de extranjeros. El uso de los datos biométricos está aún poco regulado legalmente y aún existen dudas sobre cuán seguras son estas encriptaciones que emplean rasgos que a la larga pueden cambiar. Si uno pierde una tarjeta la puede reponer, pero ¿y si es su oreja? Además, hay rasgos identificatorios que a pesar de ser únicos pueden ser prontamente recolectados (las huellas que uno deja en un vaso o en un volante).
La cotización de empresas dedicadas al desarrollo de esta tecnología crece imparable y su uso se extiende, no hay duda. Porque, mientras los sistemas de seguridad y cifrado se van perfeccionando, desde los fabricantes de teléfonos hasta los bancos van acercándose a esta tecnología que nos liberaría de llaves, contraseñas y tarjetas.
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